
Había una vez una pequeña flor que no quería crecer. Se sentía desgraciada por no verse igual de bonita que las demás flores de los alrededores.
Cada noche, la pequeña flor lloraba su desdicha y las demás sonreían altivas.
Un día llegó hasta ella una hermosa mariposa y se posó. Al verla tan triste le preguntó:
- ¿Por qué estás triste, florecilla?, ¿por qué no creces como las demás?
A lo que la pequeña flor respondió cabizbaja:
- Porque nunca seré tan hermosa como todas ellas...
Y la mariposa añadió
- No debe importarte cuál sea su belleza, si tú te sientes hermosa, serás la más hermosa de todas. Si tú te sientes radiante, serás la más radiante. La belleza está en tí, sólo tienes que ser consciente de ello y mostrarla.
Y la mariposa se alejó exibiendo sus alas al sol. La flor la vió alejarse y empezó a abrir sus pétalos uno a uno, muy despacio y recordando las sabias palabras de la mariposa.
Al poco tiempo lucía sus pétalos como las demás y se sentía más bella que ninguna; y se sintió orgullosa de si misma.
Un día, una niña que corría por los alrededores, se detuvo ante las flores y gritó.
- ¡Mamá!, ¡Mamá!, ¡ Mira qué flores tan bonitas! - La tomó entre sus manitas con delicadeza y corrió hasta su madre. - Toma mamá, arranqué la más bonita de todas para tí.
La pequeña flor lloró de nuevo, pero esta vez, lloró de felicidad.