
"- Quiero subir.
- No puedes.
- ¿Por qué?, yo quiero subir....
- Cariño, sabes que no puedes.
- Pero todos han subido - insiste el niño.
La madre hace una pausa y, mientras mira esos niños jugando y riendo en la estructura, siente un dolor tan intenso como habitual.
Respira hondo y aprieta la manita de su hijo que la observa en silencio resignado pero con la esperanza de que esta vez sea diferente, que esta vez le diga que sí.
Ella abre bien los ojos esperando que la suave brisa del mar le seque las lágrimas que le abrasan los ojos, y luego mira a su pequeño. Sus miradas se cruzan durante unos segundos intensos, interminables, llenos de silencio y llenos de súplica por parte de él y de dolor por parte de ella.
- Está bien, vamos - dice ella por fin.
Tras 8 años oyendo siempre que no, el pequeño no puede creerlo y sonríe.
Ella lo coge en brazos y se aleja de la silla de ruedas en dirección a ese monstruo de hierro y cuerdas lleno de niños de la edad de su hijo que suben y bajan sin parar de reir. El pequeño la abraza y empieza a sentir miedo mientras su madre se traga su propio pánico y le sienta en una de las cuerdas sujetándole por la cintura.
- Anda, ponte de pie.
Con un gran esfuerzo, el pequeño consigue que sus frágiles piernecitas que a duras penas le aguantan de pie en suelo firme para andar, le aguanten sobre esa cuerda inestable y sonríe feliz. Ella, que no le suelta ni un segundo, siente como el corazón se le llena de alegría y los ojos de nuevo de lágrimas.
- Quiero subir arriba de todo, mamá.
- Algún día, cariño, algún día subirás tú sólo, te lo prometo."
A Sergi, porque algún día subirá.... se lo he prometido.
(11/Diciembre/2008)